Como vampiros que persiguen a la víctima,
siguieron esa noche y todas
al alma perdida, los sueños.
Envueltos en nocturna oscuridad velada,
se evaden y muerden al ser inconsciente que duerme,
perdido en su lecho, ausente.
Malditas las horas del sueño que azotan al alma,
acorralada siempre por la pesadilla embravecida.
La sangre que corre en las venas se queda helada,
al tiempo del súbito despertar desde el infierno.
El alma vuelve al cuerpo después del ataque,
las sombras huyen al alba
y la respiración se calma.
Los sueños, negros tormentos,
se marchan aprisa antes de que asome, limpia, la mañana.
Ha vuelto a empezar el día,
la vida aún renace.
La paz viene en vigilia.
Desaparecen a la luz,
los vampiros y los sueños.