No sucedió,
pero vas a recordarlo:
cuando dormiste
entre mantas
que olían a rosas
y a lavanda.
Y una Señora
contaba estrellas
en tu cabecera,
y te velaba.
Y tú, ajena,
a las cosas de la Tierra
que no comprenderás
y no debieras.
Serena.
Eterna.

«Rosa y lavanda», por Crissanta.
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