El puente nacía en el muelle con una escalera en forma de caracol. Su estructura era sencilla con un único barandal color rojo adobe, a pesar de ello era alto y extenso. Atravesaba el ancho mar brillante en azul cobalto. Hermoso.
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Caminamos por el muelle y atravesamos un mercado lleno de puestos. Entramos a un local para recibir un dinero, mientras ellos esperaban la entrega yo me quedé en la entrada. Había un señor con un perro pastor alemán que me recordó al que una vez tuve. Le acaricié la cabeza y su dueño me advirtió: «No». Demasiado tarde: el animal chillaba y gruñía a mi alrededor, como en busca de atención. En un momento dado me mordió y no se soltó. Grité, pidiendo ayuda a la gente alrededor, a los policías que estaban en aquella esquina. Nadie se acercó. Desperté con la sensación de dolor todavía en el costado.