Bajo el agua tibia


Caminaba a través de los caminos bordeados de árboles y bosque en esa enorme finca, a la hora en que comienza a anochecer y la oscuridad está a un par de minutos de adueñarse de todo.

Con las manos cargadas de papeles y objetos, llegué al borde de una alberca de piedra gris, junto con una amiga. Sin dejar a un lado mi carga y sin quitarme una sola prenda de mi ropa me tiré al agua. Fue una decisión impulsiva, la tomé como si hubiera estado ebria o drogada…

El agua estaba deliciosamente tibia, a la misma temperatura de mi piel. Me sumergí, disfrutando el momento, y abrí mis brazos, dejando caer una serie de semillas u hojas color café. Mientras las recogía, sentada en el fondo de la rústica piscina, me di cuenta de que podía respirar bajo el agua.  Era cuestión de técnica, era sencillo para mí, como siempre lo ha sido en mis sueños, aunque nunca deja de asombrarme cada vez.

Entonces volteé a mirarlo, él también estaba allá abajo. Podíamos hablar y escuchar bajo el agua también, porque lo oí decirme: «¿Tienes que hacer eso en este momento?».

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