Antes de dormir, cerré los ojos y vi aquellos pasillos que soñé una vez. Una ciudad cerrada con callejones de dos pisos. Yo caminaba por uno de ellos, con algún objetivo que no recuerdo.
Al fondo, una estructura de metal se alzaba con infinitas escaleras y pisos abiertos sin acabar. Sólo pisos de concreto gris y escaleras de metal, sin paredes ni ventanas. Yo estaba allí platicando con un hombre de algo secreto, algo que nadie debía saber.
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El flash trae otro flash de una vez que soñé que llegábamos al fondo de una calle ancha, después de mucho mucho caminar. Al final, había una puerta verde de metal muy grande. Alguien debía regresar por él o ella, quien se había quedado atrás.
Los recuerdos tiran unos de otros como un hilo invisible. No acabaría de contarlos todos. Jamás pensé que pudiera recordar sueños que soñé hace tanto. Cómo es posible que mi mente pueda hallarlos entre la maraña de recuerdos conscientes e inconscientes. Y así es.