Saliendo de una reunión en una casa ajena, me extrañó oír música conocida desde el interior de mi coche. Lo había dejado abierto y peor, andando. Se había calentado y sobre el volante estaba la cruz de oro, medio derretida por el calor.
Saliendo de una reunión en una casa ajena, me extrañó oír música conocida desde el interior de mi coche. Lo había dejado abierto y peor, andando. Se había calentado y sobre el volante estaba la cruz de oro, medio derretida por el calor.