Todavía me pasa que despierto sin saber en donde estoy, en qué cama, en qué casa…
… en dónde está la puerta, dónde la ventana.
Aún me pasa que no reconozco la forma de un closet o una cortina que se dibuja con las sombras de la madrugada, y me pregunto: ¿Qué es eso? ¿Dónde estoy?
Todavía despierto a mitad de la noche sin saber si he estado durmiendo sola o acompañada.
A veces no logro distinguir si ese ruido fuera del cuarto es mi madre caminando por el pasillo o mi esposo que llega a acostarse.
Al menos, sobre él no tengo dudas: sé perfectamente que es él quien está en mi cama. Eso ya aporta bastante tranquilidad.
Aunque el cuarto sea cada noche un escenario distinto y desconocido, él siempre es él…
… Una presencia cálida (o helada si es que ha tirado las cobijas a media noche).
Siempre es él… aunque a veces toma formas extrañas que me aterran por un segundo: Como cuando se ha sentado sobre la cama y yo me encuentro con un torso donde debia existir un vacío; o cuando se ha dado la vuelta y encuentro una maraña de cabello donde debía haber un rostro; o cuando ha doblado el brazo y me encuentro con un muñon (un codo)en vez de una mano (ése ha sido el peor, ja ja ja).