Había ganado un premio de literatura en el extranjero. Me enteré mientras caminaba por las calles de aquel país y vi un espectacular que decía: “Carla Paola Reyes debe donar su premio de literatura al Hospital Fulano de Tal”.
Así que gané un premio, me dije. Le tomamos una foto al anuncio y empezamos a buscar el hospital. No tenía inconveniente en donar el dinero, porque un premio significaba que tarde o temprano me reconocerían con otro y así… al éxito. 🙂
Llegamos a un hospital y nos dijeron que allí no era. Buscándolo de nuevo, íbamos caminando al borde de una especie de Periférico bajo la luz del mediodía.
Mamá mencionó entonces que yo debía asistir esa tarde, dentro de un par de horas, a la ceremonia de premiación. “¿Y apenas me dices?”. Yo no llevaba más que un par de tennis deportivos, una blusa roja de algodón y jeans.
Ella trató de convencerme de que no tenía importancia que fuera así vestida, y empezó a dar excusas sin sentido por no haberlo dicho antes. Pero yo sólo pensaba en que el mundo entero iba a verlo en la televisión.
Entramos a una tienda y compré un desodorante, un perfume pequeño. Iba a buscar algo de ropa decente. Pero entonces comencé a probarme pelucas, extensiones de pelo y se me fue el tiempo.
La tienda se convirtió en una escuela y la vendedora, en una maestra. Había niños por todos lados y yo trataba de buscar en la computadora de la profesora el nombre de la institución que me había dado el premio.
Un niño insistía en poner sus dedos sobre el teclado y arruinar lo que yo escribía. Enojada, le di un manotazo. Salió, llorando, a acusarme con su mamá.
Yo estaba cada vez más frustrada y enojada. Llamé, aún calmadamente a la maestra y a mi mamá, que esperaba en un pasillo afuera. Les expliqué que estaba a punto de convertirme en algún monstruo tipo Hulk, que estaba a punto de estallar. Que se llevarán a los niños por favor.
Nunca llegué a la ceremonia del premio de literatura. Un sonido extraño de piano me despertó y no supe de dónde salió.

———————-
Que él iba a mudarse al norte, más arriba de Monterrey, a Estados Unidos. En un patio había miles de cajas que se debían transportar. Muchos hombres las custodiaban, creo que eran del ejército.
Yo trataba de ayudar y entraba a una alberca techada, nadaba hacia el fondo para recuperar unas credenciales. Se las entregaba a un oficial.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...