Que no podía caminar. Era la única a la que no le funcionaban bien las piernas, y en esas calles y mercados llenos de gente, yo tenía que arrastrarme.
Después, estábamos reunidos todos en una especie de salón de clases y al frente, el profesor hablaba.
De repente, comenzó a entrar humo a la habitación, todos comenzamos a tener mucho sueño y varios se quedaban dormidos. Yo veía como se daban por vencidos todos, sin luchar, pero yo no quise.
Les grité, les ordené que saliéramos de ahí para salvarnos, antes de que el sueño nos derrotara. La mayoría me siguió.
Al cabo de un rato, tontamente decideron regresar. Y la pesadilla del humo comenzó de nuevo.
————————-
Anoche, tras la advertencia de ella, de que mi subconciente dispararía más imágenes de las habituales, sueños a cada minuto.
Noche de sueños abundantes sin sentido que acabé por no recordar.