Victorias humildes,
expectativas limitadas.
Para todos, normal,
para mí, una hazaña:
Viva,
tras el año que acaba.
Cuerda,
pese al dolor que fue espada.
Estoy allá del pavor del ataque,
allá de la maldad que invade,
allá de la muerte acuciante
allá del colapso constante,
del extrañe incapacitante,
de la necesidad insoportable.
Lúcida y desgastada,
abatida, pero calmada.
No espero nada.
Un extra, el mañana.
No lo anticipaba.
Salgo del negro al gris,
quizá se pintará ámbar.
Todo es preferible
a la devastación del alma.
El 33 es un número mágico. Mil gracias Carla, abrazo y beso.
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La edad de Cristo…
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