Toda la noche, como en un delirio,
explicaba cosas que no entenderás
porque yo misma no sé explicarlas
al despertar.
De pie, nos separaba un negro vacío
y el mismo mensaje se repetía:
Nada que lamentar.
Te hablé sobre la importancia de tu risa,
de como el silencio se malinterpreta,
de como hay etapas en que somos felices
y otras en las que sólo queda aguardar.
Baja la guardia, decía.
La guardia baja sentía.
Y la importancia de saber tu sonrisa.
De pie, y a través del vacío negro
la conexión se hizo clara,
visible y física:
Entre nuestras almas, un cable iluminado.
Era la luz que atraviesa un túnel oscuro y largo.
Cierra los ojos y puedes verla,
(…).
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