Me quedé dormida sólo un minuto y soñé que comía aquella pequeña hoja verde que siempre me daban para adormecerme. Y de repente, bajo los papeles en la mesa, veía correr sangre. Descubrí que la sangre manaba de mi brazo, de una herida abierta en diagonal. La sangre corría abundantemente, sin control, roja brillante, extremadamente cálida.