(Soñé con) Una ciudad a la orilla del mar, hundida entre los cerros. Una plaza con pisos de piedra. Estatuas en medio de los paseos, en honor a héroes ahora sin relevancia. Era el mundo inmediatamente posterior al final de la guerra.
Caminaba entre los senderos de la plaza, tratando de descifrar qué pasaba. Un desorden a medias ordenado. La gente en las calles deambulaba preguntándose lo mismo: ¿Qué pasará ahora?
Llegó una embarcación al puerto. Además de traer un conjunto de fuerzas militares, traía al presidente de Estados Unidos. Yo traté de acercarme a él, pero sus guardias me lo impidieron. Una mujer rubia me detuvo; al parecer era una diplomática. Yo comencé a gritar, indignada:
—Esto no debe ser. ¿Por qué los soldados traen la bandera de Estados Unidos en sus uniformes? Esto no es propiedad de Estados Unidos, nunca lo fue. Esto es la Unión Norteamericana, ¿recuerdas? ¿Recuerdan el tratado del final de la guerra? No pueden usar esos uniformes.
—Mira, son los únicos uniformes que tenemos —dijo la mujer en tono sereno pero firme—. Y somos la única ayuda de que ustedes disponen ahora. La gente está muriendo de hambre. ¿Lo toman o lo dejan?
Me desarmó.
Para ese momento, los niños ya habían corrido hacia el muelle, donde los soldados estaban descargando mochilas, comida y medicinas.
Me acerqué y de inmediato pidieron mi ayuda como médico. Fui a curar a un niño hermoso, delgado, de piel morena. Se quejaba de dolor en su espalda. Toqué su diminuta columna y encontré con facilidad la vértebra que le daba problemas.
Su madre me miraba preocupada. Yo también lo estaba porque sabía que lo único que podía hacer era recetarle una pomada y un analgésico, pero si las cosas empeoraban no podría hacerle la operación que necesitaba. ¿Dónde? ¿Con qué recursos? Solamente acaricié su espalda y le dije que no saltara más en su catre. Me agradeció con una sonrisa.
Chispas, me llegó todo. La impotencia que produce la escena es enorme y, como siempre lo haces, la expresas muy bien. Uno puede sentir cada palabra.
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Oh, mil gracias. No sé de dónde sacaba estos sueños tan realistas. Lo recuerdo perfecto, la escena. Es lindo recordarlos sabes. Y eran buen ejercicio de relato. Saludos.
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