Los ojos cerrados
que miran hacia arriba,
ciegos,
en un espasmo de dolor.
La boca abierta,
y en la garganta
palpita,
muda,
una llaga de dolor
que es lava,
materia del alma,
que punza y supura
la herida más alta:
la suprema falta.
Los ojos cerrados
que miran hacia arriba,
ciegos,
en un espasmo de dolor.
La boca abierta,
y en la garganta
palpita,
muda,
una llaga de dolor
que es lava,
materia del alma,
que punza y supura
la herida más alta:
la suprema falta.
Hay golpes en la vida… que yo no sé… decía Vallejo en Los heraldos negros. Que no hay palabras. Buen y doloroso poema Carla. Un abrazo
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Sí, así fue el golpe. Así:
«… como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma».
¡Qué poema ese! Abrazo fuerte, Manuel. Gracias por leerme.
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Y esos ojos cerrados, que no quieren ver porque ya están repletos de congoja. Es sorprendente tu poema. Saludos.
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Sí, la congoja no los deja ni abrirse. Ay, muchas gracias por tu comentario. ¡Saludos!
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