Mi voz


No tengo miedo de hablarte,
ni de buscar en mí lo que quedó de ti.
No temo dirigirte la palabra
porque después de tantos años
no importa más.
Sin esperanza ya,
sólo un vago remedio,
una cura a la larga.
De esto, no me detiene nada.
Incluso, me gusta mirar
tras la cortina de los años,
de los que fueron,
y de las cosas que no serán.
Solamente me aterra
que no sepa escuchar la llamada,
que no atienda al corazón
cuando me dicta la palabra exacta;
que no encuentre mi voz,
la que abre el camino desde dentro hacia los dos.
Tengo miedo
de que (tú/yo) no encuentre mi voz,
de vuelta.
Mi antigua voz, mi nueva voz.

The unforgettable fire


Sólo ahora me entero lo que dices… diez, quince años después. No sé calcular bien.
Tantas tardes embelesada por ti, por la música de tu voz.
Pero sólo ahora puedo entender la desesperación y la desgracia de lo que decías.
Sólo a mis 26 puedo entender lo que tú decías hace casi 26.
«So sad to beseige your love».
Y ahora estamos tan viejos: Tu voz angelical ha perdido el tono perfecto; mis manos, mi rostro… mis ojos no miran igual.
Pero entiendo. Ahora entiendo.
Apuesto a que pensaste que las historias se repetirían… en ti, en ella, en él, hasta el infinito.
Apuesto a que nunca pensaste que me pasaría a mí.
Yo no lo imaginé, y tampoco me enteré, hasta ahora, de mi desgracia y de la de él.
———
Ice – your only rivers run cold
These city lights – they shine as silver and gold
Dug from the night – your eyes as black as coal

Walk on by – walk on through
Walk till you run and don’t look back
For here I am

Carnival – the wheels fly and the colours spin
Through alcohol – red wine that punctures the skin
Face to face in a dry and waterless place

Walk on by – walk on through
So sad to beseige your love so
Head on – stay this time
Stay tonight in a lie
I’m only asking but I think you know
Come on take me away
Come on take me away
Come on take me home – home again

And if the mountain should crumble
Or disappear into the sea
Not a tear – no, not I
Stay in this time
Stay tonight in a lie
Ever after, this love in time
And if you save your love, save it all
Don’t push me too far
Don’t push me too far tonight

Carta a mi enemigo


No volveremos a hablar. Yo lo decidí y él me acusará de arbitraria. Por mi bien no debo volver a verle, pero al final, Dios decidirá. Había, como siempre, tanto por decir, pero nos negamos. Y yo me complazco dolorosamente en imaginar aquel encuentro que rehusé:

Mañana de sábado, él habría llegado antes de la hora acordada, y yo le habría encontrado cerca de la puerta de vidrio, mirando hacia fuera, esperándome con ansias y con rabia. Yo entonces habría llegado, llego, por detrás suyo y él no me habría visto, él no me ve. No me atrevo a llamarle porque ¿cómo lo haría? ¿Con qué nombre? ¿Con su nombre de pila el cual jamás pronuncié sin extrañeza o con el apodo cariñoso con el que lo nombré en los tiempos de nuestro amor? Ninguno, cualquiera sonaría falso después del odio.

Decide voltear en ese momento, ahorrándome así la palabra forzosamente equivocada. No hay sonrisa, nunca volverá a nuestros labios. Solamente hay, para mí, un breve gesto de saludo.

Él viste pantalones oscuros y algo entallados, y una playera sin mangas que yo sé que ha elegido con el fin de impresionarme, por última vez, con su cuerpo moldeado y musculoso. En realidad, me repugna ahora. Se ha dejado crecer el cabello y resulta extraño sin anteojos. No puedo decidir cómo lo prefiero, este aspecto nuevo sólo acentúa mi impresión de él como un extraño. Ojala lo fuera. Nunca entendí por qué tuvimos que conocernos.

Me aterroriza tener que besarle en la mejilla, el simple roce de su piel contra la mía es algo que no podré soportar. <<Hola>> <<Hola>> Por fin el temido beso, la cercanía me provoca una oleada de coraje y miedo. Me digo <<No odies, no>> y respiro profundamente.

Salimos del lugar, me abre la puerta con su jodida caballerosidad habitual y camina detrás de mí. No más a mi lado, con mi brazo rodeando su cintura, mi mano enganchada a la bolsa de su pantalón. No más.

Separados, y él siguiéndome como el verdugo sigue a la víctima. Dios sabe que los papeles deberían ser al revés, pero Él me ha hecho perdonarle aquellos tiempos en que él fue para mí el verdugo más cruel. En consecuencia, no voy a victimarle como hubiera querido antes, para saciar mi odio, odio de antes. No más. <<No odies, respira>> 

Doblar a la izquierda al terminar la cuadra, cruzamos la calle y llegamos a aquel rincón denominado para siempre como «nuestro lugar»: un par de escalones en el portal de un pequeño edificio de oficinas. Por fin se acerca, se queda de pie frente a mí. Me siento en un escalón, después de sacudir con la mano el polvo acumulado. <<Pintaron este lugar de blanco>> dice él o digo yo, no hay mayor diferencia, es el único comentario neutral que podemos hacernos. <<Sí… me gustaba más antes>> <<A mí también>>

Entonces me ofrece un cigarro, Camel, por supuesto. Lo acepto y me lo enciende con un vil encendedor amarillo. (Llega súbitamente a mi memoria el recuerdo de aquella vez que arrojó furioso su costoso zippo negro a mitad de la calle, sin embargo no logro recordar el porqué. Sé casi intuitivamente que la causa de su enojo era yo, como en tantas otras ocasiones.)

Le pido que se siente junto a mí. Orgulloso, mueve la cabeza negativamente <<¿Cómo vamos a hablar así?>> le pregunto. <<¿Hablar, hablar de qué?>> Su tono irónico me avisa que ha comenzado la última batalla, la que ambos perderemos, como perdimos siempre. Hay casi ira en su voz, me asusta. Hay un nudo en mi garganta, hago un esfuerzo más. <<Paciencia, paciencia, no odies, no…>> Interrumpe mi pensamiento gritando: <<¿Vienes a decirme que quieres perdonarme? No necesito tú perdón, aquí los dos somos víctimas y victimarios, ¿entiendes?>> 

Decido que no puedo más. No tolero un encuentro con él, ni siquiera el recuerdo futuro de su misma invención. No volveremos a hablar, por mi bien y para no volverle a odiar.

Reloj de arena


Jamás existió el tiempo,
ni el posible presente,
ni el ayer.
Sólo fue
un reloj de arena
que se deja disolver

(entre mis piernas).

Sólo fue el tiempo robado
al desesperante tic tac
de los relojes de tu infierno
y de mis escaleras.

Nunca fue el tiempo,
ni el otro, ni tú.
Nunca fueron tus manos,
fui yo
la que eligió la ruta a la nada,
el reloj sin mañana,
el futuro sin esperanza,
el perdón.

Ella / Asesina (poesía)


Miré al espejo y ella
tenía las lágrimas negras de la oscuridad del alma,
los ojos sin vida,
las pestañas caídas,
el alma deshecha,
la paz destruida
y el corazón hecho una piedra.
Ése que amó, que sonrió y adoraba,
el corazón de ella, convertido en nada.
Esta noche todavía lloraré la nostalgia
pero mañana, asesina, sonreiré de rabia
porque mañana seremos fantasmas.
Iré a matarte, mañana,
y seremos nada.

Foto: SXC

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