PERLA EN EL BOSQUE IV
Me ha parecido cruel
usar el agua en contra mía;
mi elemento, mi ser.
No había entendido
que el océano dentro
no era mío.
No había entendido
que el río…
… que el río
alimentaba el estanque
que subía hasta ahogarme.
No había comprendido
por qué era interminable
el mar eterno, renovable,
el ahogo incesante.
—
Estaba de pie a mitad del bosque,
respondiendo una pregunta
que sí/no ameritaba respuesta,
como no ameritaban preguntas
—ni antes ni nunca—
todas mis entregas.
Pero siempre las había:
la explicación,
la justificación,
la desaprobación,
la vergüenza.
Los «por qués» y los «acaso…»,
∴, el dolor desde la garganta
hasta el sitio de la espada.
Estaba de pie y caí de rodillas;
el río inundó el bosque
y se bifurcó en dos vías:
hacia un lago congelado
y hacia un delta ajardinado.
Y un sol dorado
arrojó una claridad cobriza
sobre la desembocadura.
que se dividía.
El calor bronceado
evaporó el agua-arma,
el ataque, el desmayo,
el ahogo avergonzado.
Y entonces vi que se abría
un pequeño sendero de florecillas.