Sigue el relato ‘La Máquina’ en el marco del Twitter Fiction Festival en @crissanta.com
Aquí, un resumen de los tuits del segundo día en #twitterfiction:
Lee el resumen del primer día aquí.
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(Sigo soñando con) ciudades lejanas. Camino todas las noches por calles desconocidas y edificios imaginados.
Sueños aterciopelados en colores cálidos, anaranjados.
Una librería hermosa, una mesa de cafetería rodeada de gente de otros países, personas nuevas para conocer.
Una universidad enorme, y yo empujando una carriola a través de sus jardines y viendo un espectáculo desde las gradas de un enorme estadio.
—
(Él soñó) dos veces que yo caía de un edificio. La primera en un edificio extranjero y por falta de pericia, la segunda de un edificio familiar y por voluntad propia.
(Soñé que) Debíamos luchar contra Medusa; ella se hacía pasar por una mujer común y corriente, una profesora para ser exactos. Ella enseñaba en Hogwarts.
Precisamente una de las cosas que debía enseñarnos era cómo acabar con Medusa, pero por supuesto no lo había hecho. Harry y yo nos dimos cuenta de su verdadera identidad al mismo tiempo.
Se estaban acercando. Nos avisaron mientras nos refugiábamos en improvisadas trincheras a un lado de un edificio derrumbado.
Los superiores decidieron atacar primero.
Mi esposo y yo seríamos los encargados. Nos ordenaron armar la bomba. Era un pequeño artefacto nuclear que cabía en una caja. Tuve que colocar los explosivos junto con varias piedras cuya función era evitar que explotara inmediatamente.
Había ido a un mercado a comprar un amuleto a un amigo que era dueño del puesto. Tras buscar un rato, lo hallé: Una cadena de chaquiras azules.
Él tuvo que irse y me dejó sola con una anciana y un chico. Entonces, el cielo comenzó a cerrarse mientras se acercaba una gran tormenta.
Yo tuve miedo porque no sabía cómo regresar a casa. Nos subimos todos a un camión, y en él había un niño.
El niño no sabía que estaba muerto, al igual que yo y mis acompañantes. «La única razón por la que puede vernos es porque está muerto como nosotros», le dije a la anciana, bajando la voz para que el pequeño no me oyera.
Mi pequeña hermanita estaba muy enferma.
Yo la sostenía mientras ella tosía sangre, casi echada en el suelo a un lado del sillón.
La estreché entre mis brazos. Abracé ese cuerpecito pequeño del tamaño de una niña de seis años, pero creo que tenía más, tal vez nueve. Sus ojos oscuros tenían una cualidad conocida, así como su cabello castaño corto hasta la barbilla.