Estaba en el estudio de ballet. No el de siempre; uno con paredes de madera y con ventanales que dejaban entrar un viento desesperado y dejaban ver el negro de la noche.
Y yo giraba sobre mis zapatillas como un torbellino. Había aprendido por fin cómo hacerlo.
Alguien quiso cerrar la ventana y yo la detuve diciendo que era el viento lo que impulsaba, lo que me mantenía en equilibrio.
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Foto: Carla Paola Reyes

