Chaînes (Terrible II)


She won’t have it,
she won’t allow it:
to be erased.

Not sadness;
I’m talking ‘bout death.

«I can still pirouette,»
she says,
ungovernable
and defiant
as hell.

But he won’t allow
les chaînes dans le vide;

So then I have to pay,
instead,
with the chains of pain.

(but at least it seems
we are safe.)


Locura / Cordura


Avatar de Carla Paola ReyesBLOG SALTO AL REVERSO

¿Quién sería su opuesto,
su contrario,
incluso,
su adversario?

Traté de encontrarlo.

Si siempre fue «ella»,
entonces es «él».
Si ella es el agua,
entonces él es
el desierto más árido,
la sequedad más cruel.

Ella deslava
de la cabeza a los pies.
Nubla,
baña,
daña,
arrasa,
es.

Él observa,
sostiene,
contiene,
no siente,
trata de no ser.

«Vete a la cama», sugiere.
Ella intenta obedecer:
un remolino en la sábana
indócil, incontenible,
infiel.

Y entonces sobreviene
una violenta batalla
contra su resistencia indomada,
una lucha arrebatada
que pocos llegan a ver.

Pero él traza paciente
sobre su piel
la geometría sagrada,
las líneas ley.

Y la hace perder
la consciencia,
la belleza,
el brillo
el ser.

Y la hace renacer.
pero la victoria es de él.

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Terrible (I)


Nadie más terrible que ella
cuando empuña el arma
con la pupila dilatada
de la fiera acorralada;

nadie más amada.

Nunca una muñeca más diestra,
espada más ágil
y más amenazadora.

Es más reina que la soberana,
es el alma,
a ratos,
trastorna el reino
y todos los mandatos.

Y yo, que soy su ama,
su carne, su dueña,
su ancla,
me encuentro a su deseo atada.

En aquella sala,
rollos de cuerda, cuchillos,
navajas, hachas*.

Si te hubiera visto,
en aquel instante,
cara a cara,
no sé quién hubiera muerto primero,
mi adorada Fausta.


*Zévaco, M. (1903), p. 206, Los Pardaillan: Una tragedia en la Bastilla, Editorial del Valle de México. https://ametzagaina.org/wp-content/uploads/2020/08/fausta-miguel-zevaco.pdf

Feminicidios / Violencia (pesadilla)


I had the most horrible nightmare. A friend and I were walking through a yard, gris, desolado, un lote baldío, lleno de escombros. Al final veíamos unos camiones estacionados, tráileres con varios pisos como bandejas, y sobre cada una de ellas los cuerpos desnudos de mujeres ensangrentadas, muertas, todas asesinadas. Eran cientos, miles, decenas de miles.

Y eran tantas que ya no era posible cavarles tumbas a cada una. Había un horno enorme, en el que los cuerpos de cada bandeja iban a ser arrojados, al estilo de los campos de concentración de la segunda guerra…


Nos alejamos como pudimos, yo apenas podía saltar entre los pisos de los camiones estacionados, unos pegados a otros. Cuando bajé al pasto, las piernas apenas me respondían por un esfuerzo, por la adrenalina de poder llegar al auto. Mi amigo se alejó un poco, y yo trataba de seguirlo entre la multitud, pero empezaron a rodearme hombres, y cada uno de ellos era una amenaza; every single man was a threat just as they always are. Because they kill us, they rape us, they set us on fire, nos queman vivas, nos desaparecen y nos tiran en cisternas; eso es lo que hacen nuestros hombres estos días aquí en México y desde siempre.

Entonces alguien gritó: «Al suelo», y abrieron fuego. Me tiré instantáneamente al piso y sentí la ráfaga de los disparos. Me cubrí los oídos y la cabeza con las manos ante el ruido. Sentí la parálisis intensificarse.

Alguien dijo: «A aquella esquina». Así que me arrastré sobre mis codos y rodillas hasta refugiarme allí con los demás, tras una pequeña barda. Mientras, los agresores desfilaban, armas en mano, gritando consignas y amenazas contra quien osara rebelarse. Yo no osaba nada; estaba completamente paralizada cuando (6 AM) sonó la alarma.

Junio


You come again,
¿qué puedes querer?

To remind me again
todo aquello
otra vez,
remover esta lava
con recuerdos,
deshojar la paja
contra el viento.

Creo que eso.

You want
la muerte entre mis dedos,
absurdos festejos.

Recordar
how is to give birth
de entre los muertos,
how is to come to life
desde el miedo.

Desde las ruinas, su silencio;
no importa más.

El olor en mi cabello,
gritar…
contra la lluvia torrencial.

Junio,
I hate you,
detesto recordar.

Invierno


Tan pronto como acabes el invierno
y des por terminado el frío
y el negro,
I will take you for a ride
down a peaceful road (outside).

[—¿Un último pensamiento? —I asked.]
[—No, I think I’m fine.]

And you won’t get lost;
solos tú y yo.

[—Stay.]
[—I really genuinely don’t…]
[—Then I’ll be with you all the way.]

As soon as your winter is off
and you forego the dark
and the cold,
te llevaré a un paseo
por un camino sin dolor.

[—Any last thoughts?]
[Pero él dijo: —No.]
[And he was gone.]

Elisión


¿Qué son las palabras para alguien como yo
que come de ellas,
que juega con ellas,
que depende de ellas para no perder la razón?

¿De qué me protege una vocal,
tres puntos suspensivos,
una consonante elidida
de una palabra que no,
que no
me atrevo a pronunciar?

¿Qué significa la inicial
de nombres que se perdieron?
Tantas connotaciones tiene una ‘a’:
apodos antiguos,
Atalanta, Artemisa,
anomias, afasias,
ahogos, asfixias,
a…

¿Qué significa una ‘d’?
¿Una ‘d’ de p…, una ‘d’ de morir,
una ‘v‘ de koré, una ‘e‘ de final?

¿Qué significa una ‘y’ que no es conjunción,
una ‘n’ que no es negación,
una ‘m’ elidida que es miedo
y a la vez amor?

Reja (sueño)


Estábamos aún en cama cuando oí que tratabas de abrir la puerta para irte. «No, un último abrazo…», pensé, contenta, saltando de la cama.

Mi ventana mostraba un paisaje distinto, edificios rojos, un cielo despejado y puro. Quizás ahí debí haberme dado cuenta…

Pero llegué a la sala y estabas junto a la puerta. Había algo color rosa mexicano en tus ropas. Me acerqué y noté que estabas un poco atribulado.

—Quería irme, pero tienes que abrirme la puerta.

—Sí, ahorita lo hago, pero ven, ¿ya desayunaste? Tómate un café.

Arreglaste toda la cocina, trataste de dar orden a lo que no lo tenía, limpiaste todo lo que pudiste y yo aún así no quería dejarte ir. Tu voz, en el tono rasposo de siempre, tu rostro…

—¿Café?

Metal. Te serví una taza, te senté a la mesa. Me dijiste:

—Mira —Me mostrabas videos de ella, que acaba de irse, sonriendo y rodeada de nuestros niños—. Tengo que ir con ella.

«¿Es que acaso tengo yo el poder para impedirlo? ¿para retenerte, A…?», pienso ahora, ya despierta.

Y no, no te abrí la puerta.

Una reja de metal te impide la salida hacia esa meta.

No puedo, no puedo aún quitarme de encima el llanto que no lloré, resignarme sin una explicación, dejar al aire la confidencia cuyos detalles he perdido en mi memoria, olvidarme de que rompiste nuestro silencioso pacto, aquel sobre el que estabas tan preocupado, dejar de sentir la traición, el abandono (yo sé, infundado).

Pero tengo que… Ninguna reja mía debe hacerte daño. Estaré trabajando.

(Pendiente)