Escena en dorados


EXT. ANFITEATRO DERRUIDO. LUZ DORADA

Música en la mente
hace eco en las paredes.
Figura femenina se pasea
por el centro de la arena.

Alza la voz
hacia la audiencia
imaginaria,
inexistente.

¿Dónde se hospeda
la violencia?
¿Dónde habita
luego de que sale
de la gente?

Cuando no puede volver al origen,
se aloja en la mente
de quien no comprende.

Como la música
recorre incesante
la psique,
así las imágenes
se reproducen
en un círculo constante
y creciente.

Porque cada suceso
trae consigo
una amenaza.

Cada acción en defensa,
una represalia tácita.

Y ya no se distingue
qué es verdad
y qué miente.

¿Qué es debilidad,
denunciar ante esta audiencia?

¿Qué es cobardía,
afrontar la escena
aunque nadie más la vea?

Figura femenina pausa,
levanta la vista:
miradas blancas
de falsos oyentes.

Figura femenina, quieta,
observa las gradas:
pulgares abajo muestran
las manos que se alzan.

¿El que pide crueldad
acaso ha rogado por piedad,
frente contra el piso?

¿El que pide no parar
hasta ver sangre
alguna vez ha tratado
de desangrarse a sí mismo?

¿El que pide perseguir
hasta el final
ha temido cada día
—de su vida—
el acecho del enemigo?

Figura femenina, en cuclillas,
traza letras en la tierra.

¿Que no conocen la historia
de la pecadora y la piedra?

Figura masculina aparece
en el centro de la arena.
Dobla una rodilla.
Observa, irreverente.

Identidad cualquiera,
universal, indiferente.

¿Acaso es cobardía
encarar a esta figura,
acusarla ante la audiencia,
afrontar el escenario?

¿Acaso esto es ojo por ojo,
diente por diente

o

es misericordia
completamente indulgente?

¿O es mitad de camino?
¿Quién es ahora la víctima?
¿Quién es el victimario?

Figura masculina calla,
desafío en la mirada.
Figura femenina traduce,
voz alterada.

¿Fue todo por mi bien?
¿Eres justo, bueno, amable?
¿Confías tu vida en ello?
¿Crees que eso va a salvarte?

¿Fue siempre por amor?
¿Se sentía incontrolable?
¿Fue solo un error,
nada que sea irreparable?

Figura femenina tiembla.
Con un gesto desvanece
gradas, jurado,
audiencia,
anfiteatro, manos,
pulgares.

Figura femenina habla,
enronquecida de rabia.

¿Acaso me corresponde
el juicio,
la condena,
el azote?

Mira las letras trazadas,
mira el pacto
y quién lo cumple.

¿Para quién es el perdón?
Para aquel que sufre.
¿Para quien, la clemencia?
Para aquel que colapsa.

¿Y quién muere de asfixia,
el que cae o el que ataca?

¿Para quién es la piedad?
¿A quién de los dos sana?

¿Para quién es el perdón?
¿A quién de los dos salva?

¿Cuánto estamos dispuestos a dar
a cambio de la paz?
¿Cuánto, a cambio de librar
el juicio,
el de verdad?

Figura femenina se acerca.
Figura masculina, quieta.

Siente mi piel ahora:
mi dedo contra tu cabeza.
Arrodíllate más,
recuerda el daño.

– – –

Siente mi alma ahora,
mi mano sobre tu cabeza.
Levántate en paz.
Intenta lo imposible:
repara el daño.

FUNDIDO A DORADOS

Conceptos (sueño)


Huí toda la noche. Por fin fui experta en atravesar ventanas entreabiertas, en deslizarme entre puertas entrecerradas.

En un punto subí la escalera de un rascacielos lujoso sobre una ciudad conocida. La gente con vestidos elegantes y portafolios brillantes conversaba animada. Los escalones eran totalmente transparentes, de extremo a extremo. Yo sentía que ascendía sobre el vacío. Corría sobre la nada, sobre calles y gente, sobre aire.

En la azotea, trataron de arrodillarnos y hacernos orar mirando en la dirección correcta, la que siempre dicen que hay que mirar cuando se reza. Pero yo corrí. Corrí pese a las armas apuntadas a mi cabeza.

Cuando llegué al juicio final, fui una simple espectadora de la escena. Los enviados separaban a unos de otros. Los que sí de los que no se salvarían. Un par de almas buscaban aún a Dios. Me enfoqué en ellas. En medio de los gritos, solo las vi a ellas. Alzaban sus manos y sus corazones, escudriñaban con ojos inútiles. Mas lo encontraron y se les abrió una puerta. Salieron del caos, escaparon a la condena.

Cuando llegué por fin a casa, no fue lo que esperaba. Metí la llave a la cerradura. Alguien bloqueó la entrada desde el otro lado. Oí mi propia voz preguntando quién era. Vi mi propio rostro cuando se entreabrió la puerta. Nos miramos las dos, la misma. Pero era una época distinta. Supe ahí que el tiempo es un engaño, que lo que se cree lineal no lo es, ya ha pasado. Es un círculo o una espiral o una forma que no me explico. Todo lo que es ya ha pasado.

El bien y el mal me parecieron martillos; y yo estaba aprendiendo a discernir cuando golpeaban. Deseaba: si pudiera dormir más podría descifrarlo, si pudiera seguir podría descifrarlo.

Victoria


Victoria.

¿Lo hemos logrado?
¿Yo y ella,
él y todos,
Dios?

¿Adiós al continuo salto
al filo de la navaja
de la razón?

¡!

Maravilla,
controlar mis manos.

Gloria,
usar mi voz.

Suprema dicha,
desterrar la idea
asesina,
atroz.

¡!

Ella,
sus manos que guiaron mis ojos
para ver.

Él,
infinita paciencia
que me regaló la alegría
y la fe.

Él,
mi prodigio de calma,
sus ojos limpios,
sus palabras que me llenaron
de amor.

Él,
quien alcanzó mi mano
en el abismo mayor.

Él,
cuya traición y malicia
provocaron la reacción.

Él,
el enemigo
que se reveló.

Dios,
que definió el montaje
y rehusó el deseo
de mi corazón.

Bien,
me quedaré una hora,
el minuto siguiente,
décadas bajo el sol.

Si eso es lo que quieres,

Dios.

Toda la vida
bajo el escudo
que hemos creado
ellos y yo.

Final victoria.
¿Lo hemos logrado?
¿Realmente acabó?

Cetro


columnaUn dios
clavado en la cima
brilla

el que ató mis manos
para arrastrarme

Y sin embargo,
nada que reprocharle

Yo lo quise,
pedí esta agonía

Un ancla
clavada en tierra
persiste

la que ató mis pies
para maldecirme

Y sin embargo,
todo que agradecerle

Yo lo quise:
nacer de ella
ser su hija

Un diamante
es la joya
del cetro que sostiene
toda mi vida

de la columna
—rota—
que es mi eje
y mi vía
de salida

Señor, en mis duelos


Día 15 – NaPoWriMo

En la caída de los pasos inmisericordes sobre el suelo
del que va caminando firme, pero lento,
hundiendo y lastimando la hierba al nivel de la tierra,
descubrí la forma en que te he huido
y cómo te he estado abandonando, Señor, en mis duelos,
y en las luchas de las cálidas tormentas del destroce,
y en las nubes de humo de mi aliento de perfume.

Toma mis dos manos, Señor,
arrástrame en la arena hasta que pueda yo seguirte
con los pasos ligeros y piadosos del que desea llegar temprano,
del que sin bendecirlo tampoco maldice el suelo que está pisando.
Abrázame con fuerza que ya ningún abrazo me queda
desde que he perdido el contacto de otras almas y otros cuerpos.
Despiértame, que ya me he agotado del descanso
que he tomado en las treguas de mis guerras.
Levántame y no permitas que yo te dé la espalda.
Bendíceme y déjame que libre mis batallas.

http://instagram.com/p/H-WZjxPepG/

Foto: Carla Paola Reyes
Entrada original: https://crissanta.com/2008/09/18/senor-en-mis-duelos/
(NaPoWriMo: 30 días de poesías / NaNoWriMo: una obra en 30 días)